Y llorar hasta el desmayo o el interminable dolor de cabeza que parece encarnársele a uno en los más profundo de los sesos. Tener tanto odio por uno mismo, tanto que hasta nos parecen irreales e inentendibles todos aquellos años de convivencia con nuestras mentes perturbadas, tantos años de soportarse a uno mismo.
martes, 15 de diciembre de 2009
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